Domingo 1º de junio, 17 horas. Después de meses de gestión y de hablar en diversas oportunidades con su madre, Sandra, la alcaidia en la que permanece detenido Braian Nahuel Paiz (24), el camarero acusado de venta onerosa de estupefacientes a Liam Payne (1993-2024), aceptó esta comunicación especial con GENTE. Primero iba a ser una videollamada por WhatsApp programada para el jueves pasado, pero quedó truncada.
Finalmente y sin aviso, al cierre de la nota que en principio iba a contar con las declaraciones que había accedido a intercambiar vía redes sociales con quien escribe, el joven al que el ex One Direction conoció en un restó en Puerto Madero y cursaba el CBC para el ingreso a la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la UBA, llamó de un número de la penitenciaría y agotó todo el tiempo disponible, treinta minutos en total, para contar su verdad por primera vez desde la cárcel.
En esta íntima conversación, el camarero que visitó al músico dos veces en la suite del hotel Casa Sur –la primera fue el 2 de octubre y la última, el 14 de ese mes, dos días antes de la muerte de Payne– relata cómo era el artista en la intimidad, asegura que sólo compartió droga de consumo personal, revela qué cosas le insistió que ocurrieran y cuenta las agresiones que vive en prisión junto a otros 15 detenidos –donde algunos de ellos, lo tildan de «asesino»–.

Braian Nahuel Paiz, el camarero acusado de venderle drogas a Liam Payne, rompe el silencio
La historia íntima de Liam Payne cuarenta y ocho horas antes de su fallecimiento, y en palabras de Braian Paiz, se puede resumir así: creación musical, cinco minibotellas de whisky, «menos de dos gramos de cocaína compartidos», dos encuentros, una nude y un retrato a mano alzada. Nos metemos en el universo privado de un músico que parecía «solitario», buscaba amigos e insistió –siempre según el acusado de venta de estupefacientes que se considera inocente («presentaron chats de WhatsApp cuando con él siempre nos escribimos vía Instagram»)– «para que llamemos a dos mujeres a tener intimidad».

Braian Paiz conoció a Liam Payne en Cabaña Las Lilas, el restó de Puerto Madero donde trabajaba y doble turno: «Se me acercó varias veces, siempre preguntando por el baño. Pero lo que quería era interactuar conmigo. Me pidió mi Instagram delante de su novia (la influencer Kate Cassidy)”.
“Y empezamos a hablar por una cuenta paralela que él había creado solo para eso. No tenía seguidores, nada. Nunca usamos WhatsApp, como dijeron en la causa. Siempre fue por Instagram y luego por iCloud”, continúa quien asegura que “en la fiscalía me borraron todas las localizaciones, pero tengo las capturas”.
La conexión escaló rápido. El artista británico lo invitó a la suite del hotel Casa Sur. Paiz, que vivía desde hacía unos meses en una habitación de 5×5 en un entrepiso en el Abasto, recuerda: «Quería compartir drogas y llevé lo que me quedaba (de cocaína)”. Y enseguida revive cierta insistencia del músico sobre una idea que le estaba rondando –y más tarde, y sin Braian, Liam concretaría con dos scorts de Gemidos.TV–.
“El quería que llamemos chicas para tener intimidad. Me lo pidió varias veces. Yo le decía que no conocía a nadie, que si quería las consiguiera él. No estaba en desacuerdo, pero no soy dealer ni proxeneta, sólo compartimos un rato”, asegura siempre en diálogo con este medio.

La reconstrucción de las visitas a Casa Sur y una larga noche de confesiones
«La primera vez fue el 2 de octubre. Estuve una hora y media en su habitación. Me mostró tres temas nuevos que iba a sacar. Me hizo elegir sonidos en la Macbook y remasterizamos un beat”, rememora Braian Paiz, sorprendido por el intercambio creativo. En ese momento, asegura, «no podía creer estar viviendo un momento así».
“Me habló de música, de lo solo que se sentía. Me dejó usar su computadora. Me sacó una foto para dibujarme. Dibujó mis ojos, mi nariz y un poco de la boca. También me mostró un dibujo de un nene que, creo, era su hijo”, reconstruye.
A la segunda visita, dos días antes de la muerte del cantante, la carga emocional fue mayor. Hubo intimidad compartida, pero no sexual. «Hubo acercamiento. Me mandó fotos en contexto adulto. Me dijo que cuando estaba drogado se sentía bisexual. Y me ofreció su Rolex, pero no lo acepté”, detalla. Pero todo terminó a las 8AM: “Me insistió para que me quede, pero yo tenía que ir a trabajar”.

Braian Paiz habla sobre la supuesta venta de drogas a Payne: «No soy dealer, yo consumía»
«Me acusan de algo que no hice. Yo no le vendí nada. Compartimos menos de dos gramos de cocaína que yo ya tenía para consumo personal. No conseguí para él, no conozco a nadie que se la haya vendido. Yo no trafico. Era consumidor, nada más”, prosigue cuando hablamos del supuesto delito por el que permanece en prisión.
Braian cuenta que entregó su pasaporte, su teléfono y colaboró con la justicia desde el primer minuto. “Me presenté solo, abrí la puerta de mi casa, les ofrecí agua a los policías. Me echaron del trabajo, del lugar donde vivía, mi familia no puede más. Llevo gastados más de diez millones de pesos en abogados”, cuenta.
Lo económico, repite, es preocupante porque su familia ya no tiene medios. Su madre, Sandra, que estudió esteticismo pero dejó de trabajar para ocuparse y visitarlo a diario, recibe donaciones de los vecinos para poder acercarle algún alimento, y hasta vende torta fritas en la calle para sortear los gastos.
La situación carcelaria que atraviesa Paiz, cuenta, es extrema: «Me baño con agua fría. Me quemaron con agua hirviendo. Me pegaron con un bidón. Me quisieron electrocutar por no brindar cigarrillos. Vivo con 15 personas en una celda y me tratan como a una rata”.
Acerca de si recibe ayuda psicológica, señala que no, pero que después de haber sufrido un gran bajón, actualmente se encuentra “medicado con sertralina, risperidona y promacepina”. Y que recién ahora está más «tranquilo».

El whisky, unos beats, el consumo y un factor clave, el balcón
Durante las visitas a la suite de Casa Sur hubo consumo conjunto de alcohol, drogas y música. “Tomamos cinco botellitas de whisky mini y dos Coca Colas. Nada en exceso. Todo fue tranquilo”, cuenta Braian, que asegura haber bajado a planta baja para hacer el pedido. “Pero me dijeron que ellos lo subían”, continúa.
“Me preparó un whiskola en una tacita de té. Yo le contaba mis proyectos de cine (donde hizo asistencia de producción) y del videoclip en el que actué, y él me mostraba sus letras. Y creamos beats juntos”, relata el joven. Ambos se comunicaban “con un traductor” porque el músico “hablaba muy rápido”, y así era más fácil.

Una postal clave: el balcón. «Yo fumé marihuana en el balcón, solo. Él no quiso. Se quedó en la cama. Pero en ese momento vi que había trabado la puerta de la suite con papeles, como si estuviera paranoico. No es que me quería encerrar ni nada así. Le pregunté si estaba bien y me dijo que sí. Entonces me fui”.
–¿No viste o notaste nada extraño?, ¿en algún momento tambaleaba o no podía mantenerse en equilibrio?
–Para nada. Tengo una imagen de él sentado en el inodoro, un momento en el que se quedó pensativo, pero nada más. Estaba como preocupado pero no fuera de sí, o con dificultad para comunicarse. Incluso cuando nos quedamos sin drogas ni siquiera se desesperó.
–¿Es cierto que tenía un celular limitado?
–Tenía un Iphone 15 y sin acceso a redes. De hecho, intentó ingresar a su cuenta de Snapchat desde mi celular, pero no pudo. Más que nada usaba la computadora, ahí me fue mostrando imágenes de las posibles mujeres a las que él tenía intenciones de llamar. Me preguntaba a ver qué me parecían. Yo no me negaba pero sí a contactarlas.

Una “verdad silenciada” y cómo se enteró de la muerte de Payne
«No lo vi ni el 15 ni el 16 (fecha de su muerte). Me enteré de lo que pasó mientras tomaba un café. Un compañero del restaurante me dijo: ‘Se tiró el chabón que conociste’. Me quedé en shock”, relata Paiz al contarle a GENTE cómo supo que Payne había perdido la vida tras caerse del balcón.
Paiz fue uno de los últimos en ver a Payne con vida, pero no estuvo presente durante las horas finales: «Yo me fui dos días y medio antes. El resto lo construyó la prensa. La cajita de jabón con aluminio que salió en las fotos ya estaba cuando llegué, pero tenía todo ordenado”.
Además de que asegura que vio «todo normal” en el contexto de dos personas que consumen «muy poca cantidad», Paiz perjura: “No hubo venta. No hay pruebas. Y sin embargo, sigo preso”.
Por lo pronto, acerca de la instancia procesal que vive, y mientras lucha y se siente «esperanzado por alcanzar prisión domiciliaria”, lo que sabe es lo siguiente: “Sé que la causa pasó al tribunal número 30 y ahí se está sorteando un juzgado para que siga con el caso”.

Braian Paiz: «Soy el chivo expiatorio»
«Nadie de los que estuvo el último día fue investigado. Yo, que estuve tres días antes, estoy detenido. No tengo antecedentes. No me resistí. Fui a la inspección ocular. No tengo pasaje ni plata para fugarme. Pero no me dan domiciliaria. No tengo agua caliente. La comida llega fría. Vivo rodeado de violencia. Y me acusan de algo que no hice”, revela con GENTE al otro lado del teléfono.
Braian Paiz dice que espera que su historia se escuche, que alguien perite los dispositivos “como corresponde” y que “la verdad se imponga sobre la tragedia mediática”. Mientras tanto, desde su celda, estudia idiomas y «aguanta». Porque, según él, lo que vivió con Liam “no fue un delito, fue un momento humano”.

«Él (Liam Payne) no me gritó, no me agredió, no me obligó a nada. Me respetó. Me insistió, pero me respetó. Yo no buscaba fama ni dinero. Yo sólo era un pibe laburante que se cruzó con una estrella. Y hoy estoy pagando con mi libertad esa coincidencia», dice con la voz firme.
Para cerrar, el joven que desde chico era fan de la banda de Payne con Harry Styles y compañía insiste en que no accedió a visitar al músico con la idea de un acercamiento íntimo: “No fui a eso«. En un caso del que se habla muy poco, desde el primer momento estuvo cubierto por un halo de misterio y derivó, tras el trágico final, difundiendo las adiciones y el diagnóstico de bipolaridad de Payne, ésta es la versión de quien se definió básicamente como «un amigo para pasar el momento”.
Fotos: gentileza familia Paiz
Tratamiento fotográfico: Silvana Solano
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