La exploración espacial y la ficción se cruzan a menudo, despertando nuestra curiosidad sobre los misterios del universo. Recientemente El Eternauta, protagonizada por Ricardo Darín y un verdadero furor en Netflix, puso en el centro de la escena los cinturones de Van Allen al sugerir que su «ruptura» podría estar detrás de la catástrofe global que se ve en la serie.
Aunque la explicación ficcional se aparta de la realidad científica sobre su estabilidad, la mención nos recuerda la existencia de estas regiones y su importancia, no sólo como un escudo natural para nuestro planeta sino también como uno de los mayores peligros que enfrentan los astronautas.
¿Qué son los cinturones de Van Allen?
La Tierra posee una capa magnética protectora llamada magnetosfera, generada desde su núcleo de hierro. Esta magnetosfera actúa como un formidable escudo que atrapa partículas de radiación de alta energía provenientes principalmente del sol (el viento solar y las tormentas solares) y de los rayos cósmicos. Las partículas atrapadas se acumulan formando dos regiones con forma de rosca que envuelven al planeta: los cinturones de Van Allen.
Fueron descubiertos en 1958 por el físico James Van Allen de la Universidad de Iowa. Su equipo diseñó instrumentos que viajaron a bordo de los primeros satélites artificiales estadounidenses, Explorer 1 y Explorer 3.

Los datos del Explorer 1 permitieron identificar el cinturón interno, mientras que misiones posteriores revelaron el externo.
Según la NASA, el cinturón exterior alberga miles de millones de partículas solares, y el interno se forma por la interacción de rayos cósmicos con la atmósfera. Años más tarde, en 2012, la NASA identificó un tercer cinturón, de existencia transitoria y ligada a la actividad solar. Estos cinturones son, en esencia, la manifestación visible de la magnetosfera atrapando radiación dañina.
Los verdaderos riesgos de los cinturones de Van Allen
Si bien los cinturones de Van Allen protegen la vida en la Tierra de la radiación cósmica y solar, para los astronautas que viajan más allá de la órbita baja terrestre, representan un desafío considerable. Las naves espaciales y sus tripulantes deben atravesarlos para alcanzar el espacio exterior. Para minimizar la exposición a la radiación, las naves suelen cruzar estas regiones rápidamente.
Los riesgos para la salud de los astronautas al atravesar los cinturones han sido detallados por especialistas. Pier Jiggens, investigador de la ESA, distingue dos tipos de efectos. Los «efectos deterministas» son consecuencia de una exposición, ya sea de bajo nivel pero prolongada, o de alto nivel en un corto plazo. Estos pueden incluir problemas neurológicos, afectación de la médula ósea, cataratas, otros trastornos visuales e incluso enfermedad aguda por radiación, un riesgo especialmente significativo durante las caminatas espaciales. Los «efectos estocásticos» son riesgos a largo plazo, como la probabilidad de desarrollar cáncer en el futuro.

Afortunadamente, la ciencia ha estudiado extensamente los cinturones de Van Allen, lo que permite a los ingenieros diseñar protecciones adecuadas para las tripulaciones y naves. Se utilizan diversos materiales, desde el propio aluminio de las estructuras, hasta plásticos, polietileno, agua e incluso litio. Misiones tripuladas como la Apolo 8 en 1968 y, más recientemente, la misión privada Polaris Dawn, han demostrado que es posible transitar estas zonas de radiación de forma segura, calculando rutas a través de las regiones menos intensas o utilizando la protección de la nave y trajes espaciales.
La idea de que los cinturones simplemente se «rompan», como se plantea en El Eternauta, es científicamente muy improbable en condiciones normales. Son una estructura natural ligada al campo magnético terrestre.

Eventos extremadamente raros, como una inversión del campo magnético o una supertormenta solar, o incluso (teóricamente) acciones humanas con armas nucleares en el espacio, podrían alterarlos significativamente, pero no causan una «ruptura» literal que libere la radiación de forma descontrolada como nieve tóxica.
La teoría en la serie sirve como disparador narrativo para explicar el desastre, pero la realidad es que, aunque plantean riesgos serios que deben gestionarse, los cinturones de Van Allen son, sobre todo, una barrera vital que hace posible la vida tal como la conocemos en la Tierra.
Foto de apertura: Imagen de rawpixel.com en Freepik
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