Por años he escuchado muchas e infructuosas declaraciones, acerca de la importancia del largo plazo en las acciones políticas y deportivas.
Por ejemplo, muchas personas en Estados Unidos y el mundo ven hoy con preocupación algunas acciones y declaraciones políticas del presidente Trump. Sin embargo, muy pocos reparan que su vicepresidente tiene apenas 40 años, y un posicionamiento aún más radical y riesgoso en diversos temas, con lo que posiblemente esas políticas perdurarán en el mediano y largo plazo.
En el deporte social y masivo y en el de alto rendimiento, el fenómeno del largo plazo en la planificación se vuelve imprescindible.
En mis libros de entrenamiento deportivo y en la mayoría de mis conferencias, suelo hablar de la necesidad en todo país de desarrollar programas de largo plazo para el deporte, que permitan afianzar una base deportiva extendida por todo el territorio con las disciplinas, que según las características biológicas de la población y las geográficas y climáticas de cada sitio lo permitan.
Por supuesto, para realizar esto debe existir el interés político traducido en apoyo económico, para construir la infraestructura necesaria y también la elección de las personas adecuadas para la conducción de cada área que se vincule al deporte.
Lamentablemente, en nuestro país, a veces ha ocurrido que el largo plazo funciona al revés, cobijando personas sin más capacidades ni interés que el usufructo propio de la situación por el mayor tiempo posible.
Cercano a cumplir medio siglo en el deporte, ya sea como entrenador, docente o funcionario, veo con desazón que el deporte amateur no ha pasado de ser un tema menor en las agendas políticas, y que mucha gente que me parecía incompetente en los ’70 y ’80, han dado paso a otra generación que en general no los aventajan en conocimientos, aunque sí en ambición personal.
En el terreno político, pero también en varios deportes básicos, se ha visto que el reemplazo de algunos veteranos y achanchados dirigentes por jóvenes meramente ambiciosos, no dio buenos resultados.
Los jóvenes, desprovistos de conocimientos y en ciertos casos también de ética, sólo ofrendaron su ambición y voluntad irrestricta de permanencia, y los deportes se quedaron aún con menos. En diversas áreas, pero fundamentalmente en cuanto a la difusión entre los niños y jóvenes, e incluso en la cantidad de practicantes, lo que debiera ser el objetivo más importante.
Parece una simpleza y es obvio decirlo, pero el largo plazo debe ser utilizado para la acción creadora, ya que no resulta lógico ni productivo sostener la inacción o el daño de a poco y extendido en el tiempo, como tampoco apoyar o auspiciar la incompetencia.
Un razonamiento que resulta apenas elemental o fundacional, si se pudiera cumplir alguna vez.
* Ex Director Nacional de Deportes.
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